Irse en grande

Lo primero es hacerlo sin miedo. Al contrario, ¡con mucha felicidad y gusto! Sí. De otra forma no tiene sentido: «Lo bueno, si breve, doblemente bueno».

Y es importante iniciar por ahí para irse mentalizando. Es la regla de oro: no puedes irte triste, enojado ni con miedo; tampoco debiendo, generando problemas al prójimo, ni dejando cosas a la mitad.  Tiene que ser por la puerta grande: feliz, viendo a los ojos a todos, sin deber nada a nadie, sin molestar a nadie (dentro de lo que puedas controlar, claro está).
Si esa condición no se cumple, no te vayas. No te puedes ir así. Claro, por decisión propia. Si te vas de aquí sin haberlo decidido por ti mismo es diferente. Si alguien o algo o el destino decide que te tienes que ir es otra circunstancia, no es parte de esta propuesta. Y, ahí sí, coincido, puede ser triste, ingrato e injusto; pero esas cosas no se deciden, aquí estoy hablando de cosas que se pueden decidir. Cosas que antes no se decidían porque era mal visto –la religión, las leyes y el qué dirán–, pero que hoy debemos aprender a decidir, al menos intentarlo (reflexionarlo, explorarlo, jugarlo).

Y prácticamente es la única regla: Irte por al puerta grande, feliz y sin molestar a nadie. Habiendo dejado todo en la cancha (no regrets!). Viendo en alto y contento por haber logrado lo logrado sea lo que sea lo que se haya logrado.

¿En qué momento? ¿Cuál es el mejor momento para irse? En el momento en que sientas que es el momento de hacerlo, no hay edad, no hay minuto ni circunstancia específica. Y se vale cambiar de opinión en el último momento. ¡Claro! Si el amor o la ilusión te llegan (o te nacen) segundos antes de la ejecución: ¡quédate! Esta propuesta es para irse por la puerta grande, pero si tu puerta puede hacerse aún más grande ¡hazla! Tan grande como se pueda. Cuando estés seguro que ya no se puede hacer más grande, es momento de tomar la decisión e irse. Siempre puede haber dudas. Es muy posible que te preguntes continuamente si puedes hacer la puerta más y más grande; puede ser que pienses que, aunque te quieras ir hoy si logras aguantar más tiempo es probable que puedas hacer tu puerta más grande. La duda. La duda es buena. Si dudas, no te vayas. Tú sabrás cuando es el momento: cuando estés ahí lo sabrás porque no habrá duda.

La reflexión, el racional detrás de todo esto, es no quedarse más tiempo del necesario (cada quién sabrá cuanto es más de lo necesario): atado a esperanzas inútiles, a cosas que no llegarán o ideales que sólo hacen sufrir, a mentiras o ideas vacuas. No. No tiene sentido esperar lo que no llegará. No tiene sentido cargarle a otros tu pesar, tu tiempo, tu cuerpo, tu no-vida. No tiene sentido que una sociedad pague por eso, si ya no lo disfrutas. Démosle sentido a la vida.

Es el futuro: si la decisión más importante de tu vida la toma otro por tí, ¿por qué no tú puedes tomar la segunda decisión más importante de tu vida?

Deja un comentario