Chupar las estrellas

Emi, como muchos bebés, quiere chupar todo lo que ve. Hace un rito: ve algo, se lo acerca para mirarlo a detalle, me voltea a ver y se lo mete a la boca.
Tiene a su alrededor muchos juguetes, todos chupados. También algunas cucharas, tapas de frascos, sonajas y unas tarjetas que su mamá le regaló para enseñarle los nombres de las cosas. Tienen figuras de animales, plantas y artículos comunes del hogar como zapatos, unicornios, quesos, volcanes, xilófonos, pelotas… y una estrella.

A Emi le gusta mucho la tarjeta con la estrella. La toma y le sonríe, suspira y sonríe. Es una estrella con una cara sonriente. La observa unos segundos como si se la estuviera aprendiendo: ve sus picos, los ojos, la sonrisa y luego la chupa. Una y otra vez: chupa una equina, chupa el frente, el dorso, la otra esquina, dobla la tarjeta, la desdobla. La ve y la ve, para después llenarla de baba. De repente balbucea algo así como «flor». Sonrío, le explico que se dice «estrella», que la flor está en otra tarjeta y se refiere a otra cosa. Vuelve a repetir «flor» y me ve a los ojos.

Toma Todo. Pon 1

En el mundo hay dragones, unicornios, queso, volcanes, jaguares, zapatos, flores y estrellas para chupar.

«Es una estrella, es-tre-lla, estrella, como las que están en el espacio. No es una flor, la flor está aquí en la Tierra, como esas de las macetas. Es-tre-lla», le repito mientras me observa la boca.

Chupar una estrella. Emi acaba de chupar una estrella y me quedo pensando si le deberé explicar más cosas al respecto para hacerlo consciente de los límites que tiene esta vida. Por ejemplo, que las estrellas no pueden chuparse. Que jamás nadie podrá chupar una estrella de verdad, pero una flor sí la podría chupar algún día, aunque eso no siempre será disfrutable o provechoso. ¿Habrá alguien que sueñe con chupar una estrella? ¿Emi soñará con eso a sus 11 meses de vida?

Chupar una estrella sideral (valga la redundancia, pues ya sabemos que hay estrellas de tarjeta y también de cine, aunque no nos gusten sus actuaciones), es poco recomendable, indeseable. Es un hecho imposible y, si se pudiera, sería suicida, pienso.
Primero está la distancia: Proxima Centauri es la estrella más cercana a nosotros (sin contar el Sol). Se encuentra a más de 4 años luz, esto es unos 40.14 billones de kilómetros de distancia. O sea, un chorro. Sin embargo, me parece que será posible llegar algún día, tengo fe en la ciencia. No hoy, ni el próximo decenio, pero algún día llegaremos. Y si no, podemos ir primero a chupar el Sol. Ese no es el problema, el obstáculo real es chuparla, poner la lengua en una estrella. ¿Cómo hacerlo si son fuego puro? No es posible acercarse mucho. Uno se quemaría, se desintegraría, muchísimo antes de estar a una distancia cercana para estirar la mano ¿tocarla con la lengua? ¡Imposible!

Alpha Centauri brillando de noche

El brillo de Alpha Centauri, sistema de tres estrellas, es uno de los más intensos en el cielo nocturno terrestre. Proxima Centauri es una de las estrellas de este sistema. Foto: Marco Lorenzi, 28 Junio 2012

Creo que debo explicarle a Emi que jamás podrá chupar una estrella. ¿Eso haría un buen padre, no? Educar a sus hijos sobre las reglas de este mundo, aunque a veces no nos gusten esas reglas o el mundo. ¿Y dónde quedan los sueños de los niños? ¿Apagar así un sueño infantil es correcto? ¿Sería muy cruel decirle a un bebé que hay imposibles en la vida? ¡No tiene ni un año! Ni siquiera le han llegado sus primeros Reyes Magos ni ha tenido su primera fiesta. ¿Lo haré madurar demasiado rápido si le explico que nunca degustará el sabor de una estrella, ni su textura? ¿Qué pasaría después, estaremos hablando de física cuántica y existencialismo agnóstico cuando cumpla dos años? ¿Mejor debería dejarlo vivir engañado un poco para motivar su imaginación, como en los trucos de magia (además de que no sé nada de existencialismo ni física)? ¿El engaño me dará suficiente tiempo para aprender algo de física? ¿Si le digo que las estrellas no se pueden chupar, le estaría cortando su capacidad de soñar? o ¿tal vez el incapaz de soñar soy yo? Me pregunto si sólo estaré proyectando mis miedos, limitaciones e ignorancia. ¡Qué pasa si Emi me dice que su más grande sueño es chupar las estrellas! No ser futbolista, ni bombero, ni abogado o artista… sino chupar las estrellas. ¡¿Cómo le voy a hacer?!

Creo que es pertinente que agote las posibilidades de chupar una estrella. Regreso a pensar cómo se chuparía una estrella, suponiendo que en esta vida podamos llegar a una y que no nos desintegraríamos en el intento. Me imagino viajando en pijama a Próxima Centauri  o hacia el Sol o cualquier estrella (sí, en pijama porque no tengo tiempo de imaginarme viajando de otro modo; debo resolver esto antes que Emi entienda la diferencia entre flor y estrella, aprenda a hablar y me pregunte cosas como qué son las «funciones de onda» o «si la existencia precede a la escencia». Además, confío en que para entonces la ciencia ya habrá creado una super pijama para viajar por el universo y poder salir al super sin bañarse).
Mientras mi pijama sideral me lleva a salvo a la estrella, me imagino acercándome a la atmósfera de la estrella y una cuestión técnica surge: ¿en qué momento se entra en una estrella: al tocar su atmósfera, al tocar el suelo de la estrella? ¿tienen suelo? ¿en qué momento debo sacar la lengua para chuparla? ¿Debo ir viajando con la lengua de fuera hasta chocar con algo?

Recuerdo que las estrellas son mayormente gas, materiales en constante combustión como un gran reactor nuclear. Creo que no habría un punto exacto, creo que chuparía la estrella sin darme cuenta. ¡Cuánta complicación! Tan sencillas que se ven las estrellas desde la Tierra: diminutos destellos de luz, brillos en el cielo nocturno.

Recuerdo bien cuando mi papá me explicó qué eran esos brillos en el cielo: son planetas y estrellas mezclados, me dijo. Las estrellas titilan, subrayó papá, mientras que los planetas no. Me señaló un punto rojizo y me dijo: ese es Marte. ¿Observas cómo no parpadea? Luego me señaló otro punto mucho más brillante, de un color muy claro. Me dijo que era Venus, otro planeta; luego me platicó de Alpha Centauri y otras constelaciones. Yo era un niño y me emocionaba aprender eso aunque no lo entendía del todo. Tuve que ver mucho tiempo estrellas y planetas para distinguir cuales titilaban y cuales no, pero al fin pude ver la diferencia. Después de un tiempo, me pregunté  ¿Cómo se vería la Tierra desde Marte? Mi padre me dijo que como un punto azul brillante.
Me sorpendió pensar que a fin de cuentas, para el resto del universo, la Tierra es un punto azul que no titila. Somos una estrella más en el firmamento de los otros.

Todo esto pensaba mientras Emi seguía chupando cosas, pero ya se había aburrido de las tarjetas y chupaba el piso alegremente: tendido boca a bajo, con la lengua en el suelo me veía de reojo con su típica sonrisa. Emi chupaba el suelo de una estrella, su estrella.

La Tierra vista desde Marte

En el cielo marciano, somos la estrella más brillante durante la noche. Foto tomada por el Curiosity Mars Rover de la NASA el 31 de enero de 2014

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