La corona me quemó la cabeza

Era domingo de Chorpus Christi el día que la corona me quemó la cabeza. Un día, como hoy, pues. Una corona puede ser pesada, sagrada, metálica, codiciada, repudiada, pero sobre todo, peleada. La mía no, la mía quemaba. Era noche de fiesta, iluminada por pirotecnia: sombras rojas, azules, verdes, amarillas. Sombras artificiales. La ceremonia inició cerca de las 8 de la noche. Miraba el cielo, esperando ver las luces, el fuego. Ví la corona salir de la punta del castillo pirotécnico y volar. Muchas chispas caían a los lados. Chispas pequeñas, grandes. Dejé de ver chispas pequeñas, sólo grandes, más grandes y una estrella que caía, girando, agrandándose. Una luz, la luz de mi coronación.