Sólo pasé a darle su abrazo, Don Porfi.

Pasamos a visitar a Don Porfi el día de su cumpleaños. Ahí estaba: firme, pero solito. Con una rosa de plástico amarrada con cinta tricolor. Frente a un árbol. Con el águila afrancesada en alto relieve bajo las letras de su nombre. Con poquitas plantas en macetitas que apenas se sostenían, como un batallón a punto de desbalagarse ante la inminente refriega del Otoño.

No fue planeado. El día era gris. Recordé la fecha y decidimos visitarlo. Había tiempo. Pensé que necesitaríamos invitación, que habría alguna celebración o ceremonia. Tal vez llegamos muy temprano o muy tarde, porque no había nada. Imaginé que podría ser como en México, como antes, como le gustaba a Don Porfi: festejo en la noche, junto con el Grito. Nada. Sólo encontramos su tumba de cemento a dos aguas, con moho en un lado, humedad del otro. Sobria, solemne, fría, solitaria.

Cementerio de Montparnasse en París, 15 de Septiembre de 2013

Cementerio de Montparnasse en París, 15 de Septiembre de 2013

Los barrotes verdes me recordaron las rejas de Chapultepec. El cristal empañado, sucio, cochambroso apenas deja ver hacia adentro: unas flores amarillas, otras naranjas; una banderita mexicana vencida, recargada en la pared; dos imágenes de la Virgen, una de Guadalupe, un altarcito. Y, al pie de todo, resguardando la entrada a la pequeña tumba, apenas visible por la ventana, un billete azulado de los de 20 pesos, plastificado, con la imagen del Benemérito hacia arriba, dando la cara.

Aún quedaban un par de horas de luz, pero comenzó a llover. En Septiembre, es común la lluvia en París. Esa tarde en Montparnasse cayeron poquitas gotas. Suficientes para alejarnos y hacernos pensar en otra cosa.

Abajo, el Benemérito dando la cara.

Abajo, el Benemérito dando la cara.